domingo, 11 de octubre de 2015

ECOLOGÍA VI. La Educación y la Ética Medioambientales


La cuestión ambiental está influenciada por la implementación de la normativa comunitaria, junto a la ausencia de debate y un concepto caduco de participación. Luego esto impide un tratamiento consensuado y racional de los conflictos.

El medio ambiente ha adquirido una importancia constatable tanto a nivel internacional como local. Los problemas ambientales con implicaciones globales demandan con urgencia de acciones o políticas globales difíciles de articular. El conflicto medioambiental va a enfrentarse con sus dificultades en su gestión de políticas internacionales al afectar incluso al modelo de desarrollo presente en los países desarrollados.

El problema medioambiental se puede solucionar si se considera que el ser humano es un sujeto moral que hace posible un sistema ético, de lo contrario creo que se vuelve irresoluble. Esto tiene que llevar a la consideración del hombre, no como una gente que amenaza la armonía de la naturaleza, lo que suele desgraciadamente interpretarse que todo lo demás tenga para el ser humano un valor simplemente instrumental, sino que juega un papel central.
 
Argumentar que el ser humano debe ser reducido a una especie más del ecosistema por sus actos inconsecuentes ante la biosfera, entre otras cosas, es negar su dimensión espiritual. Si el hombre ha considerado que satisfacer sus necesidades y expectativas de crecimiento de forma ilimitada era su felicidad, hoy es evidente que debe replantear su forma de actuar de acuerdo con su fin. No obstante, el ser humano no es una especie más del ecosistema, porque entiende que su comportamiento pone en riesgo su propia armonía, la de las generaciones futuras y la del medio ambiente, por lo que busca alternativas para mantener el equilibrio y garantizar su supervivencia.

Además, el hombre es el único ser conocido capaz de valorar, y su superioridad intelectual sobre las demás especies no puede ser negada por la toma de decisiones incorrectas con relación al ambiente. Por otro lado, cabe preguntarse cómo construyen un sistema ético los seres no humanos. En este sentido, es mejor reconsiderar un cambio en los lineamientos que guían los actos del hombre, teniendo en cuenta sus características y aspiraciones, y las limitaciones del mundo natural, que fundamentar y estructurar una ética para los seres no humanos.

A mi modo de ver, la igualdad biológica tampoco garantiza una relación óptima entre el hombre y su naturaleza; sólo el hombre puede establecer límites y realizar actos conscientes con los que respete el medio ambiente, que garanticen el desarrollo y permanencia en el tiempo de todos los seres vivos, porque su razón así se lo indica y no solo porque le son útiles; en otras palabras, solo las personas pueden determinar un sistema ético o un cambio de sistema por su capacidad racional, que guía su forma de actuar; es decir, que este enfoque reduce al hombre a su biología, negando también su posibilidad de perfeccionar la naturaleza.

Por eso, la ética juega un papel primordial en el manejo del ambiente y, por ende, la ética y el hombre en la ética deben ser pilar fundamental en todo proceso de educación ambiental, esto es, se debe incidir en la sensibilización y en la concientización de los colectivos para que su comportamiento genere nuevas formas de relación con su ambiente particular y global.

Es necesario, por tanto, fomentar una ética ambiental y desarrollar el aspecto axiológico, es decir, contribuir a la formación de individuos y de las sociedades en actitudes y valores para el manejo adecuado del medioambiente. Más todavía cuando la mayoría de los problemas ambientales del mundo actual son esencialmente causados por el ser humano: el tráfico ilegal de animales, la devastación forestal, la suciedad de las playas, el daño de la flor y la fauna, la desaparición de los polos, el cambio climático, efecto invernadero, adelgazamiento de la capa de ozono y pérdida de biodiversidad, y otros más focalizados como degradación de tierras, agotamiento de las aguas subterráneas, deforestación y desertificación, aparición de plagas por ciertas prácticas agropecuarias, contaminación de mares y ríos, el agotamiento de los recursos pesqueros, escasez y contaminación del agua, generación de desechos sólidos y orgánicos en cantidades preocupantes, crecimiento de los asentamientos urbanos desordenados, pérdida continua de áreas boscosas o naturales, entre otros; lo cual sugiere una falta de conciencia ecológica o ética de la ciudadanía en general.

Un objetivo de toda educación ambiental es transmitir conocimientos, capacitar y fomentar acciones ciudadanas para proteger el ambiente; sin embargo, esta educación debe ir más allá de la información teórica, es necesario impulsar cambios de actitud y promover en el alumno la toma de conciencia de los individuos. Para este fin deberíamos reconocer que somos parte y co-dependemos de la naturaleza. No basta con admirarla, es ineludible tener benevolencia, fascinación, humildad.

También la sociedad debe tener información suficiente para entender el problema y al mismo tiempo colaborar con los profesionales en la aplicación de las soluciones.

En la solución del problema del medioambiente, como digo, el papel del hombre es crucial, ya que es su actitud hacia el medio ambiente humano y natural la que ha configurado el medio ambiente de hoy. Obviamente que el cambio de su actitud y la conducta del ser humanoestán relacionadas directamente con el sistema de valores de la sociedad contemporánea. Históricamente, los valores individuales y sociales no siempre han estado en los mejores intereses de preservar un ambiente de calidad. La crisis ambiental actual obliga al hombre a reexaminar sus valores y a alterarlos cuando sea necesario a fin de asegurar la supervivencia humana. Se debe formular un sistema de valores de prioridades ecológicas para que lleguen a ser leyes mundiales. El hombre con su poder tecnológico único ejerce un profundo efecto sobre su medio ambiente. Por eso, en cierta medida, puede controlar su propio destino.

La visión integral del hombre debe estar acorde con la transformación educativa, que pretenda consolidar nuevos caminos, crear actitudes y normas de comportamiento frente a los demás y hacia la naturaleza, que haga posible la realización de todo hombre en la sociedad y contribuya en forma significativa a la formulación de una toma de decisiones razonables en lo ambiental. Tales decisiones ambientales pueden adoptarse con base en la jerarquía de valores que prevalecen sin tener ninguna consideración ecológica. Una formación centrada en valores es una formación centrada en el hombre, pues el hombre está, por su mismo ser, llamado a la realización en valores.

Entonces, no se puede dejar de preguntar: ¿Qué hacer para tomar conciencia del respeto que merece la naturaleza? La ética ambiental concierne a las sociedades humanas condicionando su relación con la naturaleza e impacto sobre la misma, y procura el bienestar de ambas; asimismo, esta ética plantea que la crisis ambiental demanda un cuestionamiento acerca de los modos en que habitamos y conocemos el mundo. Para solucionar la crisis ambiental, se trata de mantener las especies biológicas, y al mismo tiempo impulsar procesos o mecanismos que satisfagan las necesidades de los humanos.

La ética ambiental se basa en elementos como el respeto y solidaridad, concibiendo a la Tierra como un espacio vital que hemos de compartir con responsabilidad para conservarla. Reflexionar sobre esta ética implica pensar el problema no en términos de “hombre-naturaleza”, sino en términos de “ser humano en la naturaleza”. Con esta perspectiva ética hay que revisar la dirección y sentido de las actividades humanas, desde las orientaciones científicas y tecnológicas, lo cual supone examinar nuestra jerarquía de preferencias, incluyendo las morales. La ética ambiental y la conciencia ecológica inician cuando los seres humanos nos reconocemos como especie, formando parte de la naturaleza, y reflexionamos que nuestras acciones tienen un efecto sobre otras especies.

Para expresar y sostener valores que generen nuevas actitudes de los seres humanos para con la naturaleza, es preciso que cada persona: 1) sea solidaria con el planeta; 2) vea el bien común fundado en la gestión colectiva de los bienes comunes de la humanidad, esto es, privilegiar los derechos colectivos ante los derechos privados; y 3) considere el sentido del ser antes que el valor de tener

La ética ambiental debe ayudarnos a cambiar nuestra relación con el medio ambiente sobre una responsabilidad compartida, a pesar de que no compartamos los mismos principios hacia la conservación del mismo. No es fácil implantar esta nueva relación y crear conciencia, y es más difícil aún que todos los seres humanos se sientan conectados de una manera intrínseca con el medio ambiente, en parte por los intereses económicos y por la inconciencia; es por eso que debemos de comenzar a crear una conciencia universal en las futuras generaciones con la ayuda de los diversos organismos.

Luego es necesaria una ética ambiental universal. Para hacer posible ésta es necesario, preliminarmente, analizar la pluralidad de valores que están presentes en las discusiones sobre la problemática ambiental y fortalecer la importancia de una actitud dialogada y democrática en ese contexto. Para ello, es significativa la utilización del dialogo entre los diversos actores ante la resolución de problemas complejos como los ambientales. La base teórica de la orientación discursiva propone responder a las exigencias morales de una sociedad pluralista y democrática, en armonía con el nivel de conciencia moral que ese tipo de sociedad pretende.

Por eso, defiendo que una ética del medioambiente debe ser una ética de la vida que busque la armonización de diferentes perspectivas y de la inclusión de diferentes culturas, en una visión más y consensual donde se busca el bien común y el mantenimiento de la vida en el planeta.

Por ello, es necesario una nueva reflexión ética que pueda reflejar los diversos daños causados al medioambiente y que abarque no sólo el campo de la ecología, sino que lo supere, llegando a tantear las vertientes sociales y, sobre todos a los más pobres, que son las mayores victimas del proceso deshumano que esta dominado por el capital que ha subyugado la moderna sociedad a favor de una nueva sociedad comprendida como un hábitat, donde todos los seres se puedan relacionar. Posiblemente, muchos de los desafíos que nos plantean las nuevas tecnologías los analizaríamos mejor incorporando en el campo de nuestra reflexión el cuidado de los demás seres vivos que nos rodean.

En mi opinión también es necesaria una participación más activa en la discusión sobre esta expansión del espacio moral y de la reflexión ética. La vida sobre todas las formas debe ser preservada y eso debe ser resultado de un consenso, punto central para cualquier discusión de naturaleza ambiental.

En lo que esto comienza a surtir efecto, la ética ambiental debe trabajar para guiar nuestra relación con el medio ambiente; debemos compartir responsabilidades subordinadas a tratados internacionales. Todos los países, basados en una moral universal, deberán trabajar juntos, comprometiéndose ellos mismos con el orden internacional, ayudándose los unos a los otros a preservar el medio ambiente. La humanidad debe tener conciencia de que puede modificar la realidad de la naturaleza sin destruirla, de tal forma que exista armonía entre preservación y cuidado medioambiental con progreso y bienestar.

El ser humano es también naturaleza, y por tanto, cuando destruye la naturaleza, se está destruyendo a sí mismo. De ahí que, por consiguiente, la función fundamental de la ética ambiental radique en que el ser humano cobre conciencia de que debe proteger a la naturaleza para protegerse a sí mismo respecto de sí mismo. El ser humano deberá protegerse de sí mismo, fijar límites a sus propias quimeras, dejar de creerse propietario del mundo y de la especie, admitir que no tiene más que su usufructo. Luego, una ética que defienda la prioridad de la persona y, junto a ello, una administración sostenible que defienda la diversidad biológica y cultural.

La ciencia, en sí misma, no puede considerarse un valor absoluto por encima del valor de la persona humana y el respeto a su dignidad que implica la compasión. Por otra parte, hay otra pregunta que debe ser abordada con urgencia: ¿Es lícito hacer todo lo que la ciencia hace posible? Para que la ciencia, al igual que otras esferas de la actividad humana como la economía, la política o la religión, sea verdaderamente humana debe estar dirigida por principios éticos universales basados en el respecto a los derechos humanos y al valor fundamental de la dignidad de la persona.

La idea de que la naturaleza es un recurso que está a disposición del hombre para ser utilizado con estrictos criterios de eficiencia y rentabilidad, ha tenido como consecuencias una progresiva mercantilización del medio natural y una degradación cada vez más severa del mismo. Por eso creo que la protección de la naturaleza considerada como un bien debe condicionar la actuación política respecto al progreso científico-tecnológico.

A mi modo de ver, el desarrollo económico no puede olvidarse de la protección medioambiental. De nada sirve las prácticas del industrialismo irresponsable y la búsqueda de la maximización de los resultados económicos si prescinden de cualquier clase de planteamientos medioambientales, porque contribuyen a la degradación de la calidad de vida.   

Entenderlo así supone concebir a la Tierra como espacio vital de todos los seres, que han de compartir y disfrutar sus bienes; equivale a pensar el problema, no en términos de hombre y naturaleza, sino en términos de hombre en la naturaleza. Y me apresuro a decir que esto no tiene nada que ver con posiciones de naturismo tan frecuentemente denostadas. No hay aquí ningún rechazo implícito hacia la actividad científico-técnica. Sólo se introduce la necesidad de revisar la dirección de la investigación científica y del progreso tecnológico, cosa que no habría que dejar, solamente, en manos de los científicos y plantear las preguntas del porqué y el para qué, que son las preguntas éticas.

Una ética ecológica es una ética global, que concibe al ser humano como integrado en un medio en el que comparte su vida con otras especies y con un sustrato físico que soporta y hace posible esa misma vida. Es ecológica porque mira a la oikía, al oikós , a la casa grande, a la casa de todos. No a la casa occidental, o a la casa del Norte. Ni siquiera solamente a la casa humana, sino a la casa universal, planetaria.

En cualquier caso, la educación ambiental tiene una importancia capital para superar la crisis ecológica, en cuanto contribuye a generalizar la conciencia del origen antrópico de la misma. El problema ecológico debe aparecer como un problema provocado por la actividad humana, y por consiguiente como algo en lo que resultan competentes filósofos, juristas, sociólogos, educadores y no solamente físicos y biólogos. La resolución del problema ecológico es un problema esencialmente ético y no técnico. De ahí la importancia de la educación ambiental. Esta debe basarse en una visión antropológica que contemple al ser humano en su doble dimensión de dependiente respecto a la naturaleza y al mismo tiempo de excelente respecto a la misma debido a su posibilidad del cuidar de los otros seres distintos de la propia especie. La educación ambiental va, por tanto, íntimamente unida a la conciencia humanista ya que la responsabilidad respecto a los vegetales y animales se basa en su mismo humanitarismo. El derecho al medio ambiental resulta inseparable de la democracia participativa, en la que el desarrollo de la personalidad de todos prima sobre los intereses del mercado. La democracia participativa ha surgido precisamente de la insatisfacción de las formas individualistas de democracia a causa de su incapacidad para atender a los problemas de calidad de vida, y eliminación de las diferentes tipos de contaminación. La defensa del medio ambiente va íntimamente unida a la defensa del Estado de derecho y los derechos humanos.

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