Las ciencias sobre la vida humana nos han
ofrecido el dato: al final de la concepción de un ser humano se inaugura una
nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de una unidad
celular que es la constitución del cigoto humano con capacidad para la emisión
de un programa como una sucesión ordenada de mensajes genéticos que pone en
marcha el “programa genético”, esto es, la expresión ordenada, armónica y
coordinada de la información genética de los genes.
La biología muestra el plus de complejidad
de cada cuerpo humano con respecto a otros animales en cuanto que las
informaciones, genética y epigenética, de cada ser humano escapan al
automatismo propio de los procesos biológicos.
La indeterminación, en el ser humano, de la
información genética heredada refleja que es más (el ser humano) que su propia
biología. La vida del ser humano no se reduce a su biología. La indeterminación
de la emisión del mensaje genético, que permite construir un cuerpo que es
humano, no depende del avanzar mismo de la emisión del mensaje genético con el
transcurso de la vida. Por ello, el ser humano no emerge con el desarrollo
corporal, sino que se desarrolla como ser humano.
Por tanto, esta apertura que manifiesta el
cuerpo y la vida de cada ser humano no es fruto de más información genética o
epigenética en comparación a otros animales, sino potenciación o refuerzo de la
dinámica de emisión del programa de desarrollo.
Por eso, la vida biológica propia de cada
ser humano está henchida de sentido. Esto supone que el mismo comienzo del ser
humano no se reduce a un acontecimiento puramente productivo, sino que está
cargado de significado.
El cuerpo humano está abierto,
indeterminado e inespecializado. Cada ser humano no está cerrado en su
biología, sino que se determina personalmente. Así es, el organismo del
viviente humano, es decir, el cuerpo humano, manifiesta a la persona.
De este modo, la biología del ser humano
apunta y manifiesta su libertad personal: la vida biológica recibida permite al
cigoto humano ser un organismo vivo e individual perteneciente a la especie
homo sapiens sapiens, y en cuanto
tal, es corporalidad indeterminada, inespecializada, cuyo dinamismo está
abierto a la libertad. El ser humano no está determinado por su biología más
que como disposición previa. El cuerpo humano abierto, no cerrado en su
biología, es presupuesto biológico para un ser libre.
Por ello, el desarrollo de la vida se le
presenta a un quién (el yo humano) como tarea a realizar impregnada de
libertad, y éste es un quehacer ético. De ahí que la dimensión biológica y la
personal sean dos dimensiones inseparables, y a la vez inconfundibles, de un
único sujeto, que tienen diferente dinamismo temporal.
La ciencia biológica, al dar razón de la
construcción de un cuerpo inespecializado, indeterminado en su funcionamiento
como el humano, aporta un conocimiento de gran riqueza.
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