La
alimentación y la hidratación al final de la vida suelen convertirse en un
motivo de controversia y discusión. Es recomendable mantenerlas si contribuyen
al control de síntomas, de lo contrario puede que produzcan más inconvenientes
que beneficios como puede ser en casos de insuficiencia cardiaca, anasarca
(derrame o acumulación del líquido seroso en el tejido celular que produce una
hinchazón generalizada del cuerpo y de los miembros y se manifiesta con
fiebre), anemia, diarrea y secreciones bronquiales.
Efectivamente,
desde el punto de vista ético, uno de los problemas que subyace a la cesación
de la hidratación y nutrición del enfermo, sea terminal o no, radica en que
dicha práctica pueda convertirse en una eutanasia por omisión.
Lo que no
se puede hacer es provocar la muerte de un ser humano por hambre y sed. La
alimentación y la hidratación, (aunque sean artificiales, son, en principio,
medios ordinarios y proporcionados que evitan el sufrimiento y la muerte
derivados del hambre y de la deshidratación), son un soporte vital y básico. La
“causa” de la muerte no debe ser nunca la falta de alimentación y de sed, sino
en todo caso, el propio curso de la enfermedad.
Hay que
ofrecer el soporte necesario (medios proporcionados) a cualquier vida humana
hasta el final con hidratación, analgesia, higiene, alimentación y evitando el
ahogamiento.
Un cuidado básico debido a
todo hombre es el de administrar los alimentos y los líquidos necesarios para el mantenimiento de la
homeostasis del cuerpo, en la medida en que y hasta cuando esta administración demuestre alcanzar su
finalidad propia, que consiste en el procurar la hidratación y la nutrición del paciente
Cuando la administración de sustancias nutrientes y líquidos fisiológicos no resulte de algún beneficio al
paciente, porque su organismo no está en grado de absorberlo o metabolizarlo, la administración viene
suspendida.
El enfermo que está muy grave
“tiene que morir” de muerte natural. “Tiene y va a morir” por el propio curso de
su enfermedad degenerativa, incurable...no de hambre, de sed o por falta de
higiene.
Hay que
afirmar que es moralmente aceptable e incluso obligatoria desde la ética de las
profesiones sanitarias la cesación de unos cuidados con la intención de prestarle
el mejor cuidado permitiendo la llegada de la muerte. Es cierto que algunos
casos serán relativamente sencillos de calificar, otros, en cambio, pueden
plantear más dudas. Por esta razón, una información actualizada y el criterio
ético anteriormente expuesto pueden darnos una orientación clara para el justo
equilibrio de permitir la muerte, aliviando al enfermo.
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