Hay que
indicar que estar en contra de la eutanasia no significa estar a favor de
prolongar la agonía del enfermo. Efectivamente, estar a favor de que la muerte
suceda de forma natural no significa estar en contra de la administración de
una medicación para mitigar o paliar el dolor.
Así es,
el médico que auxilia al enfermo en el trance de su muerte tiene que evitar esa
forma de “sobreactuación” conocida como ensañamiento terapéutico o “distanasia” (procede de las palabras
griegas dis y thanatos que significan etimológicamente prolongar la muerte) u
obstinación terapéutica, es decir, el empleo de todas las medidas no indicadas,
desproporcionadas o extraordinarias para prolongar artificialmente la vida
(medios inútiles) y por tanto, con la intención de evitar la muerte, a pesar de
que no haya esperanza alguna de curación.
En estos
casos, la limitación del esfuerzo terapéutico, es profundamente ético. Esta
situación, en
la que se suspende un tratamiento calificado por el equipo médico como fútil
(inútil) o desproporcionado o se retira un soporte vital en situaciones de
enfermedad terminal e irreversible y que no tienen expectativa terapéutica, no
supone eutanasia, ni activa ni pasiva, sino que se trata de una acción
correcta bioética, pero también jurídica, siempre que se cuente con un consentimiento
informado válido del paciente, o de sus representantes legales, si éste no
pudiera expresarlo.
De ahí
que la eutanasia y la obstinación terapéutica constituyan una mala práctica
médica y una falta deontológica. Por eso, ni un extremo ni otro: ni la
eutanasia entendida como el derecho a morir con dignidad de forma que implique
el deber, por parte del médico, de matar “dignamente”, ni la obstinación
terapéutica, esto es, intentar evitar que uno muera “cuando es su momento”.
Ambas opciones no son acordes con el trato debido a un ser humano.
No
obstante, estar en contra también de la “obstinación terapéutica” no significa
rechazar cualquier cuidado al enfermo. Efectivamente, la voluntad del paciente
o de su familia tienen un límite: no pueden obligar al médico a aplicar
tratamientos no indicados (como una sedación contraindicada), pero tampoco el
médico puede retirar la alimentación e hidratación al enfermo cuando se le
estén facilitando cuidados que son básicos.
Precisas reflexiones. Estar en contra de la eutanasia, no significa estar a favor de la obstinación terapéutica. De esa confusión parte que muchas personas se manifiesten en favor de la primera. Defender la vida significa no adelantar su fin antes de tiempo, ni prolongarla en forma forzada, acompañando siempre humanamente al paciente, preservando la dignidad de su existencia (Ronald Cárdenas Krenz. Lima, Perú)
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