Hay que percatarse de que
las únicas “alternativas” a la sedación paliativa serían o “matar” al paciente,
esto es, abogar por la eutanasia, o mantenerlo con suero sin sedarlo que
conduce a prolongar la agonía. Estas dos “alternativas” son actividades
contrarias a la lex artis del médico y a cualquier ser humano.
Esta ley (la lex artis) remite al derecho que tienen
los médicos a establecer los criterios para decir lo que es indicado para cada
paciente en cada circunstancia.
En este punto lo que está
en juego no sólo es la dignidad de la vida del paciente, sino también la de la
vocación médica.
De la misma manera, se
suele decir: no se puede matar una mosca a cañonazos. Traduciendo este dicho a
nuestro tema: no se puede acabar con el sufrimiento y el dolor del enfermo,
matándolo, y esto es lo que se hace cuando se le aplica una eutanasia. Hay que
eliminar el sufrimiento humano, no al ser humano que sufre.
La eutanasia se propone,
entre otros motivos, como “solución” para suprimir el sufrimiento y el dolor
del paciente. Pero claro, a costa de su eliminación. Pero, sobre todo, la
eutanasia se propone como dominio absoluto de cada uno sobre su vida, sin
ninguna referencia de ésta también como bien común.
Por lo tanto, la sedación
paliativa es una maniobra terapéutica destinada al alivio de síntomas y no una
eutanasia encubierta o “razonable”. La sedación paliativa, en sí misma, es un
recurso terapéutico éticamente neutro; lo que puede hacerla aceptable o
reprobable es el fin o intención que con ella se desea conseguir y las
circunstancias en las que se aplica.
La sedación paliativa del
enfermo no supone ningún problema ético, sino que es un deber para el médico
proceder a la misma, con el consentimiento previo del enfermo, cuando se llega
a la conclusión de que es el único recurso para controlar algún síntoma físico
o psíquico (disnea, dolor, delirium o distrés emocional) que no responda a
otros tratamientos.
El recurso a la sedación
al final de la vida será aceptable éticamente cuando sirva a los mejores
intereses del paciente que está en etapa de muerte inminente, cuando exista una
indicación médica correcta, tras deliberación y reflexión compartida por el
equipo sanitario, autorizada por el enfermo (en su defecto por la familia) y
cuando otros recursos terapéuticos que no reducen el nivel de conciencia para
el control de los síntomas hayan demostrado su ineficacia.
Lo que se trata es que la
sedación paliativa no se convierta en un recurso que, en vez de servir a los
mejores intereses del enfermo, sirva para reducir el esfuerzo del equipo médico
que le atiende, el propio sufrimiento de la familia, o se le aplique atendiendo
a criterios meramente economicistas.
La sedación paliativa del
paciente no descarga al equipo médico de la dignidad intrínseca del paciente,
de la ética de la propia profesión y de los cuidados básicos que todo enfermo
precisa.
Absolutamente de acuerdo. Pero destaco como especialmente luminoso el que aparte de la dignidad del paciente, en toda esta actuación al final de la vida de un individuo que sufre,está también en juego la dignidad del médico y, por ende, el ejercicio de la medicina misma. Cómo en toda acción moral está la pertransividad de nuestros actos y decisiones, con efectos sobre los demás y sobre el mundo.
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