Otro punto imprescindible
en el tema de la sedación paliativa es la atención a la familia del enfermo.
Esta atención se hace más urgente cuando el enfermo se encuentre en una fase
avanzada de su enfermedad. No hay que esperar, para prestar esa atención, a que
la medicina curativa deje paso a la paliativa (de una medicina que ya no puede
curar a otra que alivia y conforta), sino que desde el principio de la
enfermedad grave del paciente se tiene que dar esa atención a la familia. Esta atención
se intensificará cuando el enfermo se encuentre en esa fase avanzada de la
enfermedad. Así, poco a poco irá aumentando el grado de la relación entre el
médico, el enfermo y la familia. Esa relación, al final, será tan fluida que
permitirá hablar de la sedación paliativa de una forma tan clara que en el
momento en que el médico decida que hay que aplicarla al enfermo, su entorno
sabrá a qué atenerse.
En caso contrario, esto
es, que a los miembros de la familia no se les informe del estado del enfermo,
la sedación paliativa y sus consecuencias, conlleva desconsuelo y
tristezas posteriores innecesarias.
Si se da esta amarga
situación se deberá a que las decisiones médicas empezaron a tomarse en las
fases de agonía del paciente y a que la información y la comunicación dadas a
la familia fueron insuficientes.
De ahí que sea muy
relevante que los profesionales sanitarios, pero, sobre todo, el médico esté,
desde el comienzo de la enfermedad, en contacto con la familia. Día a día se
debe ir hablando de los temores que tienen el paciente y su familia, las dudas,
y cuando se aplique la sedación paliativa al enfermo, hay que informar al
paciente y a la familia de los síntomas que pueden aparecer.
En este tema no hay que
olvidar que la muerte y el proceso de morir provocan en los cuidadores
reacciones psicológicas que llevan, directa o indirectamente, a eludir la
comunicación con el paciente y su familia.
También para conseguir
una comunicación adecuada del equipo sanitario es necesario vencer la ansiedad
que en los cuidadores genera el dar malas noticias, así como el miedo a
provocar en el interlocutor reacciones emocionales no controlables, y el
desconocimiento de algunas cuestiones que el paciente puede suscitar.
Por lo tanto, la
comunicación es una herramienta terapéutica esencial para hacer efectivo la
imprescindible coordinación entre el equipo cuidador, la familia y el paciente.
De esta forma, el enfermo
y su familia, conjuntamente, constituyen una unidad a considerar en el
tratamiento del enfermo terminal, sabiendo además que la tranquilidad de la
familia repercute directamente sobre el bienestar del enfermo.
Dicho esto, la primera
intervención del equipo médico será la de valorar si la familia puede,
emocional y prácticamente, atender de forma adecuada al enfermo.
En este sentido, desde el
comienzo debe identificarse a la persona que llevará el peso de la atención
para reforzar sus actuaciones y revisar las vivencias y el impacto que se vayan
produciendo.
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