Habiendo
señalado que una buena práctica de sedación paliativa no es nunca una eutanasia
encubierta, la solución correcta, entonces y más acorde con la dignidad del ser
humano, que todos dicen querer salvaguardar, se encuentra en la medicina paliativa.
Lo
que también hay que indicar es que los Cuidados Paliativos sólo son aplicables
en aquellos supuestos en que una persona presenta un cuadro clínico
irreversible, debido a enfermedades incurables, o a situaciones que traen
consigo sufrimientos físicos o psíquicos insoportables para el paciente.
Por
su parte, el Grupo de Trabajo de Atención Médica al Final de la Vida de la
Organización Médica Colegial (OMC) y la Sociedad Española de Cuidados
Paliativos han elaborado la Declaración “Atención Médica al final de la vida:
conceptos y definiciones” (refrendada por la Asamblea General de la Corporación
médica el 19 de septiembre de 2015) donde consideran que morir con dignidad
supone vivir dignamente hasta el último momento. Afirman también que ello
requiere la consideración del enfermo como ser humano hasta el momento de la
muerte, el respeto a sus creencias y valores, así como su participación en la
toma de decisiones mediante una relación cercana y sincera con el equipo
asistencial.
Pero
para que haya una verdadera toma de decisiones es imprescindible, entre otros
factores y como ya se ha comentado, la comunicación con la familia, la cual es
un instrumento terapéutico fundamental, pero también es indispensable que haya
comunicación entre los miembros del equipo sanitario. En este último sentido:
Por
todos estos motivos, los Cuidados Paliativos nos introducen en un contexto
antropológico y ético. Nos sumergen en la reflexión antropológica de nuestra
propia limitación y fragilidad, ya que el respeto a la vida humana y la
asistencia paliativa dignifican el proceso del morir.
Solo
la Medicina Paliativa da sentido real a las necesidades de los pacientes. Por
eso podemos afirmar claramente que la Medicina Paliativa es la verdadera
solución ética ante la situación terminal.
En
consecuencia, el derecho a la asistencia sanitaria debe incluir el cuidado de
la vida del paciente que llega a su fin, aliviando su sufrimiento y
proporcionando los medios para una muerte tolerable. Paliar es mitigar el
sufrimiento, reafirmando la importancia de la vida, pero aceptando que la muerte
es una realidad humana.
Un
cuidado integral requiere la estrecha cooperación de equipos
multidisciplinares, que pueden englobar a profesionales sanitarios (médicos,
enfermeras, asistentes sociales, terapeutas ocupacionales, auxiliares de
enfermería, psicólogos…), a expertos en ética, a asesores espirituales, a
abogados y a voluntarios.
En
pocas palabras, la Medicina Paliativa no pretende ni causar la muerte ni
retrasarla, sino que constituye la opción asistencial compatible con morir
dignamente en un contexto humanizado.
Los
Cuidados Paliativos son la mejor manera de ayudar a morir al enfermo, no
“ayudándolo” a terminar con él.
Dicho
esto, cuando la medicina curativa dice “ya no hay nada que hacer” es justamente
cuando hay más que hacer, la medicina curativa deja paso a la medicina
paliativa, o mejor a la medicina cuidativa, del cuidado.
Parafraseando
la frase célebre de E.L. Trudeau: una medicina integral que no otorga la
inmortalidad pero que cura a veces, conforta a menudo, cuida siempre.
Precisamente
uno de los objetivos centrales de los Cuidados Paliativos, como ya se ha dicho,
es aliviar los síntomas que producen dolor y sufrimiento en una persona que
presenta una enfermedad de la que sabemos que no se va a curar. Con esta área
médica quedan garantizados los derechos de los enfermos, de las familias y de
los equipos asistenciales.
La
opción por los Cuidados Paliativos es precisamente lo que éticamente el médico
puede hacer como médico. En efecto, los Cuidados Paliativos representan la
única opción moralmente aceptable ante el final natural de los seres humanos.
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