viernes, 12 de mayo de 2023

Una Ley Nacional de Cuidados Paliativos: ¿Para cuándo? I

 

Cuando una oveja, un perro, o un caballo, o cualquier otro animal… padece una enfermedad mortal o un accidente de muerte y va a sufrir… los dueños deciden sacrificarlo y hacen bien.

Podemos matar por piedad a un animal, sin embargo, el ser humano no es ningún animal para matarlo por compasión, no podemos disponer de la vida de otro.

Los seres humanos no solo somos animales, somos también personas. Se da una incoherencia en la actualidad: asistimos a una creciente humanización de los animales que lleva, desgraciadamente, a una mayor deshumanización de los seres humanos.

Justamente, los cuidados paliativos están en contra de la animalización del ser humano, o lo que es lo mismo, en contra de la deshumanización del ser humano al final de su vida. Por tanto, asistimos, hoy día, a una reducción de la dignidad humana. Nunca a un ser humano se le puede expropiar de la dignidad que posee solo por el hecho de ser persona.

Una enfermedad incurable no es final de la vida, se puede hacer otras muchas cosas: atender y cuidar otras facetas también constitutivas del ser humano.

 Por otra parte, la muerte sigue siendo un tabú en nuestra sociedad, porque no queremos asumir la muerte como una etapa natural de la vida humana. Y la etapa natural de la vida humana hace que, con el tiempo, a medida que vamos envejeciendo, se desarrollan múltiples enfermedades, goteras y algunas veces más que goteras.

Sin embargo, la sociedad de hoy trata de ignorar la enfermedad, la niega, la oculta, la evita, la considera un fracaso, asumiendo como un triunfo lo eternamente joven y sano.

Pero esta visión de la realidad no es real, porque no describe lo que en verdad somos.

Llegamos a creer que la tecnología médica puede dar solución a todos nuestros problemas de salud. Tanto es así que los avances de la medicina han generado en la sociedad una especie de delirio de inmortalidad.

Llegamos a estar convencidos de que todo lo que nos ocurra se puede resolver, alejando de nosotros a la persona que sufre la enfermedad, esto es, al enfermo.

 Así también, los cuidados al final de la vida humana no ha sido preocupación de los políticos. Durante muchos años, los cuidados del enfermo al final de su vida los han realizado fundamentalmente la buena voluntad de las personas y el interés o vocación de unos cuantos profesionales, religiosos y familiares (especialmente mujeres). Estos cuidados no han sido una preocupación de la política y los políticos.

No obstante, la OMS, Organización Mundial de la Salud, afirma que la voluntad política es un elemento decisivo para garantizar la adecuada atención a las personas al final de su vida.

Sin embargo, parece que el Estado español desoye esta recomendación, porque está “tranquilo” en este tema, porque piensa que ya ha cumplido con los ciudadanos ante su demanda para aliviar su sufrimiento al final de la vida.

Eso es lo que parece, porque a partir de marzo de 2021, con la aprobación de la Ley de la Eutanasia en España no se observa ningún “movimiento legislativo” en esta dirección. Con la Ley aprobada, únicamente las personas tienen derecho a aliviar su sufrimiento solicitando el adelantamiento de su muerte, es decir, ejerciendo su “derecho a la eutanasia”.

Muchos piensan: la eutanasia nos ofrece la posibilidad de morir sin sufrimiento. Parece, por tanto, que el mayor miedo de la gente no es la enfermedad en sí misma que me va a llevar a la muerte, sino el sufrimiento y dolor que esa enfermedad me pueda proporcionar.

Luego, el problema y el miedo son a sufrir. Ahora bien, la Ley de Eutanasia no se centra en esa preocupación del enfermo, omite que la especialidad médica del sufrimiento humano al final de la vida es la del médico de Cuidados Paliativos. Este es el médico del sufrimiento. Es el médico que trata los sufrimientos, el deterioro, la soledad, la vulnerabilidad del ser humano al final de su vida.

Luego, la eutanasia es igual a morir sin sufrimiento es falsa. La eutanasia no es la solución para el final de la vida humana porque para quitar el dolor y el sufrimiento del que sufre, elimina al enfermo que sufre.

A esto se añade que, si el enfermo siente que está solo, que es un estorbo o una carga económica para su familia o la sociedad, se crea el caldo de cultivo propicio para pedir la eutanasia.

En la Ley vigente sobre Eutanasia no se recoge ningún apoyo social ni económico a las familias. No hay ningún artículo de la Ley que ayude al enfermo a no tener esa sensación de carga.

En este sentido, nuestra tarea, la de la sociedad en general y la de los políticos en particular es, precisamente, intentar que ninguna persona tenga que pedir la eutanasia porque no se encuentra atendido en todas sus dimensiones, se sienta una carga para su familia, y pida la eutanasia porque no ve otra salida.

Por el contrario, el grado de civilización, de progreso y el valor de una sociedad se mide por su compromiso en el cuidado de sus miembros más frágiles. En este sentido, tenemos que darnos cuenta que en nuestra sociedad aumenta el número de enfermos de cáncer, aumenta el número de enfermos crónicos avanzados, aumenta las enfermedades degenerativas, que la población está envejeciendo y ellos necesitan nuestros cuidados.

Algunas cifras en esta dirección: de las 228.000 personas que fallecieron en el 2022 en nuestro país con necesidad de cuidados paliativos, de 75.000 a 80.000 lo hacen sin acceder a ellos.

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