Cuando
una oveja, un perro, o un caballo, o cualquier otro animal… padece una enfermedad mortal
o un accidente de muerte y va a sufrir… los dueños deciden sacrificarlo y hacen
bien.
Podemos
matar por piedad a un animal, sin embargo, el ser humano no es ningún animal
para matarlo por compasión, no podemos disponer de la vida de otro.
Los
seres humanos no solo somos animales, somos también personas. Se da una
incoherencia en la actualidad: asistimos a una creciente humanización de los
animales que lleva, desgraciadamente, a una mayor deshumanización de los seres
humanos.
Justamente, los cuidados paliativos están en contra de la animalización del ser humano, o lo que es lo mismo, en contra de la deshumanización del ser humano al final de su vida. Por tanto, asistimos, hoy día, a una reducción de la dignidad humana. Nunca a un ser humano se le puede expropiar de la dignidad que posee solo por el hecho de ser persona.
Una enfermedad incurable no es final de la vida, se puede hacer otras muchas cosas:
atender y cuidar otras facetas también constitutivas del ser humano.
Sin
embargo, la sociedad de hoy trata de ignorar la enfermedad, la niega, la
oculta, la evita, la considera un fracaso, asumiendo como un triunfo lo eternamente
joven y sano.
Pero
esta visión de la realidad no es real, porque no describe lo que en verdad
somos.
Llegamos
a creer que la tecnología médica puede dar solución a todos nuestros problemas
de salud. Tanto es así que los avances de la medicina han generado en la
sociedad una especie de delirio de inmortalidad.
Llegamos
a estar convencidos de que todo lo que nos ocurra se puede resolver, alejando
de nosotros a la persona que sufre la enfermedad, esto es, al enfermo.
No
obstante, la OMS, Organización Mundial de la Salud, afirma que la voluntad
política es un elemento decisivo para garantizar la adecuada atención a las
personas al final de su vida.
Sin
embargo, parece que el Estado español desoye esta recomendación, porque está “tranquilo”
en este tema, porque piensa que ya ha cumplido con los ciudadanos ante su
demanda para aliviar su sufrimiento al final de la vida.
Eso es lo que parece, porque a partir de marzo de 2021, con la aprobación de la Ley de la Eutanasia en España no se observa ningún “movimiento legislativo” en esta dirección. Con la Ley aprobada, únicamente las personas tienen derecho a aliviar su sufrimiento solicitando el adelantamiento de su muerte, es decir, ejerciendo su “derecho a la eutanasia”.
Muchos piensan: la eutanasia nos ofrece la posibilidad de morir sin sufrimiento. Parece, por tanto, que el mayor miedo de la gente no es la enfermedad en sí misma que me va a llevar a la muerte, sino el sufrimiento y dolor que esa enfermedad me pueda proporcionar.
Luego, el problema y el miedo son a sufrir. Ahora bien, la Ley de Eutanasia no se centra en esa preocupación del enfermo, omite que la especialidad médica del sufrimiento humano al final de la vida es la del médico de Cuidados Paliativos. Este es el médico del sufrimiento. Es el médico que trata los sufrimientos, el deterioro, la soledad, la vulnerabilidad del ser humano al final de su vida.
Luego, la eutanasia es igual a morir sin sufrimiento es falsa. La eutanasia no es la solución para el final de la vida humana porque para quitar el dolor y el sufrimiento del que sufre, elimina al enfermo que sufre.
A esto
se añade que, si el enfermo siente que está solo, que es un estorbo o una carga
económica para su familia o la sociedad, se crea el caldo de cultivo propicio
para pedir la eutanasia.
En la
Ley vigente sobre Eutanasia no se recoge ningún apoyo social ni económico a las
familias. No hay ningún artículo de la Ley que ayude al enfermo a no tener esa
sensación de carga.
En este
sentido, nuestra tarea, la de la sociedad en general y la de los políticos en
particular es, precisamente, intentar que ninguna persona tenga que pedir la
eutanasia porque no se encuentra atendido en todas sus dimensiones, se sienta
una carga para su familia, y pida la eutanasia porque no ve otra salida.
Por el
contrario, el grado de civilización, de progreso y el valor de una sociedad se
mide por su compromiso en el cuidado de sus miembros más frágiles. En este
sentido, tenemos que darnos cuenta que en nuestra sociedad aumenta el número de
enfermos de cáncer, aumenta el número de enfermos crónicos avanzados, aumenta las
enfermedades degenerativas, que la población está envejeciendo y ellos
necesitan nuestros cuidados.
Algunas
cifras en esta dirección: de las 228.000 personas que fallecieron en el 2022 en
nuestro país con necesidad de cuidados paliativos, de 75.000 a 80.000 lo hacen
sin acceder a ellos.
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