"Muchas
de las noticias que tienen que ver con la salud y que se ofrecen a la opinión
pública, con demasiada frecuencia crean esperanzas que no tienen justificación
alguna"
El
pasado miércoles me desayuné con una noticia que me dejó perplejo: "Nace
un bebé con la nueva técnica de tres padres genéticos". Al parecer, se
trata del primer niño engendrado con la
técnica de reproducción asistida que utiliza el ADN de tres personas, llamada
por eso "de los tres padres". Al parecer, esta noticia ha sido
acogida en el campo de la investigación como un logro revolucionario que habrá
de ser considerado -añado yo- con suma cautela.
No
voy a entrar en ello de manera directa, ya que el tema es complejo y merece,
como mínimo delicadeza. Si voy a ofrecer a mis lectores algunas pautas
generales que habría que repetir cada vez que salta una noticia de estas y que,
a base de ser universalizadas por la relevancia mediática que se les otorga en
los medios generalistas (no científicos), empiezan a parecer situaciones
normales, buenas y de uso general recomendado. Honradamente he de decir que me
baso en la doctrina que explica mi buen compañero y amigo Roberto Germán,
sacerdote diocesano en la Rioja, experto en Bioética y profesor de la UR
durante años.
Un
primer apunte sería constatar que todo lo relativo a la salud y a la aparición
de nuevas terapias goza en nuestra sociedad occidental de un interés total y
absoluto, casi obsesivo. Lo que digan los médicos, y en general los científicos, sobre lo que
sea, corazón, piel, digestivo, cáncer, embarazo, legionela, etc., lo absorbemos
todos como esponjas. El problema está en que la transmisión correcta de esos
asuntos es tarea con frecuencia complicada, por difícil de entender y difícil
de transmitir. Por ello, a menudo se busca ante todo un titular atractivo para
ganar la atención del oyente, lector o telemirador. Es lo que me pasó a mí el
miércoles cuando oí lo del niño nacido "de tres padres".
Es
interesante el dato que destaca mi buen amigo Roberto en el sentido de que
"el periodismo científico en general convierte la tarea informativa en una
actividad poco rigurosa".
Más
aún, constata que aún los mismos científicos alientan esa falta de rigor al
anunciar como verdades absolutas y demostradas, por ejemplo, "con relación
a terapias con células embrionarias humanas", lo que son únicamente líneas
de investigación sin una aplicación continuada y con resultados exitosos.
Muchas
de las noticias que tienen que ver con la salud y con la enfermedad, con la
vida y con la muerte, y que se ofrecen a la opinión pública con demasiada
frecuencia crean esperanzas que no tienen justificación alguna. Así, a
propósito de la manipulación de las células embrionarias, se oculta a menudo la
realidad -sí comprobada- de que "presentan problemas de rechazo inmunológico
o de creación de tumores". Y de esto apenas se informa.
No
hay que olvidar, por otra parte, que el tratamiento no correcto de estos
asuntos hace difícil por no decir imposible, el que puedan crearse las
condiciones necesarias para un debate libre y serio acerca de "la política
adecuada con respecto al uso de embriones humanos para la investigación".
Hay una confusión enorme que se manifiesta en que lo que se prohíbe en un país se
permite en otro y viceversa.
Es
evidente que todo lo que tiene que ver con las células madre, sus efectos
curativos y sus efectos a la hora de la fecundación, genera una expectación
informativa del máximo nivel. Sin embargo, en estimación de Roberto Germán,
"este interés no puede ser vendido a cualquier precio", y continua,
con la reflexión que se me antoja la más importante de su escrito: "ésta
información ha de ajustarse a la ética tanto por parte de la fuente informativa
(los llamados científicos) como por parte de los comunicadores. ¡La noticia ha
de verse siempre arropada por la veracidad! Este es el auténtico quid de la
cuestión: la veracidad.
Termina
mi buen amigo insistiendo en que toda la actividad científica y, en
consecuencia, la actividad comunicadora han de buscar siempre el bien común
que persigue todo trabajo de
investigación que se precie. La promoción y protección de aquellos bienes que
tienen una amplia y profunda repercusión social -y afecten vitalmente al bien
común- deben pasar sí o sí por la vivencia a muerte de la veracidad. La
investigación y la divulgación de sus contenidos es un bien que ha de ser
tutelado por todos los estamentos sociales y por todas las conciencias
individuales rectamente formadas, y así brindaremos entre todos el mejor
servicio a los ciudadanos. No a los intereses particulares y egoístas que son
el verdadero cáncer social que nos está minando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario