Los periódicos españoles se
han hecho eco de la siguiente noticia: “España no halla destino para 230.000
embriones congelados”.
El artículo afirma: “las clínicas españolas de reproducción
asistida tienen un problema: no saben qué hacer con los embriones que guardan
congelados que fueron creados para procesos de fecundación, pero no se han
usado. El registro estatal recoge que en estos momentos hay más de 230.000 embriones
humanos congelados”.
De este tema, ¿qué hacer con
los embriones congelados? lo he tratado:
1º. En un libro titulado: “Los
embriones humanos congelados. Un desafío para la bioética”.
2º. Y en varias reflexiones colgadas
en este mismo blog:
-El estatuto jurídico del
embrión humano.
-Conclusiones sobre el
Estatuto Biológico y Jurídico del Embrión Humano.
-La Congelación Indefinida:
¿solución a los embriones humanos congelados?
-La Adopción Prenatal:
¿solución a los embriones humanos congelados?
-La “donación” para
investigación: ¿solución a los embriones humanos congelados?
-Células madre, esperanza para
la medicina del futuro y, sobre todo,
-El cese de su conservación sin otra
utilización ¿solución para los embriones humanos congelados?
Dicho esto, la ley española
vigente en esta materia plantea distintas opciones para los embriones humanos
congelados:
1.
Seguir manteniéndolos congelados.
2.
La donación a otras parejas con fines reproductivos.
3.
La donación para usar en investigación.
4.
Su destrucción o muerte.
La primera opción no es ética
(por la congelación). La cuarta evidentemente tampoco. La segunda, aunque es
tolerable con matizaciones, no es generalizable (Adopción). La tercera ni es
ética ni realizable. A esto último, hay que decir que no ha habido un solo
proyecto de investigación que solicite el uso de células madre embrionarias.
Además, han aparecido otras líneas de investigación con células madres que,
aparte de no tener reparos éticos (la destrucción del embrión entre otros…) y
grandes costes sociales, sí que tienen eficacia terapéutica en humanos.
Viendo estas opciones, se
defiende un quinto destino a los
embriones humanos congelados: proceder a su descongelación y “dejarlos morir” sin otro fin, o más exactamente, descongelarlos y “dejarlos morir”. Esta
quinta opción tendría sentido siempre y cuando estuviera legalmente prohibido
volver a congelar embriones humanos.
Es preciso aclarar que la
propuesta que aquí se plantea para solucionar el problema de los embriones
humanos congelados (descongelarlos y “dejarlos morir”) es diferente de aquella
que promueve simplemente su descongelación y destrucción. “Dejarlos
morir” es la opción que se propone como la mejor que supone aceptar que no se
puede hacer nada para salvar la vida. Con todo, la propuesta que se defiende,
sin ser óptima, es la “menos mala” entre las posibles, habida cuenta de lo
injusto de la situación de partida.
Por otro lado, para este
quinto destino de los embriones humanos congelados tiene mucha importancia
distinguir la acción de “matar” de la de “dejarlos morir”. “Matar” significa
“poner” positivamente un acto malo, mientras que “dejar morir” supone aceptar
que no se puede hacer nada para salvar la vida.
La muerte no le adviene al
embrión humano al “dejarle morir” tras la descongelación, sino que tiene su
origen en un “proceso de muerte”. Dicho proceso comienza con su producción y
denominación de “excedente”, continúa con la congelación y finaliza con la descongelación.
En efecto, “dejarlos morir” consiste en no intervenir en un curso de acciones
que ya están en marcha y que ocasionan la muerte y que, por tanto, acciones
moralmente malas.
Cuando se opta por
descongelarlos y “dejarlos morir” no se hace otra cosa que liberar a los
embriones de una situación injusta e impropia de su dignidad de seres humanos
(su congelación), a la que nunca se debería haber llegado.
En este sentido, el
profesional, que descongela al embrión humano, no pretende su muerte, sino que
lo “deja morir”, esto es, deja de intervenir en un proceso abocado a la muerte.
En todo caso, permite que la naturaleza siga su curso. Esta acción y la
responsabilidad de la persona que la realiza son distintas de aquélla que ve la
descongelación como un medio para posteriormente, en un proceso de reanimación,
obtener un embrión humano del que se puedan extraer sus células. Por el
contrario, el que descongela, al no reanimarlo, no persigue su muerte directa,
sino que lo deja en situación de que muera de muerte natural.
Existe, por tanto, una
diferencia indudable entre iniciar unas acciones que conducirán a la muerte del
embrión humano congelado y “permitirle morir” no interfiriendo en el curso de
unos acontecimientos que ocasionarán, tarde o temprano, su muerte.
En definitiva, con la acción
de “dejarlos morir” se persigue terminar con una situación injusta, indigna e
impropia para cualquier ser humano. Descongelarles y “dejarles morir” no es
matarles activamente, sino dejar de poner un medio indigno y desproporcionado,
que únicamente alarga artificialmente la fase final de la vida en situación
irreversible.
Se puede concluir diciendo que
“dejar morir” a los embriones humanos congelados, aun siendo una alternativa no
exenta de reparos, pues no hay ninguna éticamente indiscutible, es la salida
más respetuosa con la dignidad de los embriones humanos congelados. Así, pues,
lo que se sostiene es que se descongele a los embriones humanos que han sido
congelados y se les “deje morir” sin reintroducirlos de nuevo en un proceso
instrumentalizador.
Como comentas ninguna solución es una buena opción. La única no haber llegado a considerar a embriones humanos como "material". El pasado no se puede cambiar, el presente y el futuro siempre. Ojalá podamos dejar de hablar pronto de esta situación en presente, que solo sea historia que no se repita.
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