Por
tanto, lo primero de todo es definir eutanasia. Todos tienen una idea general
de ella, pero no del todo exacta o completa. No obstante, una definición de
eutanasia que puede ser admitida por todos es aquella dada por la Sociedad Española
de Cuidados Paliativos que la definió en 2002 como “conducta (acción u omisión) intencionalmente dirigida a terminar con
la vida de una persona que tiene una enfermedad grave e irreversible, por
razones compasivas y en un contexto médico”. En este mismo sentido, la
Asociación Médica Mundial en 1987 definió eutanasia “como el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque
sea por voluntad propia o a petición de sus familiares, es contraria a la
ética. Ello no impide al médico respetar el deseo del paciente de dejar que el
proceso natural de la muerte siga su curso en la fase terminal de su
enfermedad”.
También
se conoce la eutanasia como el suicidio medicamente asistido. La Declaración de
la Asociación Médica Mundial sobre el Suicido con ayuda médica en 1992 la definió: “El suicidio con ayuda médica, como la
eutanasia, es contrario a la ética y debe ser condenado por la profesión
médica. Cuando el médico ayuda intencional y deliberadamente a la persona a
poner fin a su vida, entonces el médico actúa contra la ética. Sin embargo, el
derecho de rechazar tratamiento médico es un derecho básico del paciente y el
médico actúa éticamente, incluso si al respetar ese deseo el paciente muere”,
sin embargo, ambos conceptos no son exactamente iguales. Justamente, difieren
en que en el suicidio asistido es el propio paciente quien activa el mecanismo
que termina con su vida, aunque necesite de otro o de otros para llevar a cabo
su propósito. La diferencia entonces estriba en que en este el paciente es el
sujeto activo, aconsejado por un médico, en cambio, en la eutanasia, uno es un
sujeto pasivo, es decir, otra persona (la mayoría de las veces es un médico) es
el agente activo. Luego, se puede admitir que el suicidio medicamente asistido
es la ayuda médica para la realización de un suicidio ante la solicitud de un
enfermo, proporcionándole el médico los fármacos necesarios para que él mismo
se los administre.
Dejando
a un lado las diferencias se puede decir que la eutanasia y el suicidio
asistido son acciones muy parecidas porque ambas tienen la clara intención, ya
sea de forma activa o pasiva, de “ayudar” a causar la muerte de un paciente.
Después
de hacer esta distinción terminológica hay que indicar que los promotores de la
eutanasia no suelen utilizar este término, sino que se refieren a ella
poniéndole otras denominaciones “más suaves”: “muerte digna”, “ayudar a morir”
a quien lo pide o solicita, derecho a morir con dignidad…
Esta
denominaciones o sobrenombres nos llevan a plantearnos las siguientes
preguntas: ¿es o no correcto terminar con la vida de quien quiere morir y
además lo ha pedido o lo está pidiendo?; la vida humana ¿puede llegar a ser
indigna?, ¿no es una contradicción calificar la muerte como una realidad
digna?, ¿existe un “derecho a morir”?; ¿cada enfermo tiene derecho a decidir si
quiere seguir viviendo?; más concretamente, ¿existe el derecho de cada cual a
disponer de su propia vida en el uso de su libertad y autonomía individual?; la
petición del enfermo para morir ¿se convierte automáticamente en derecho del
individuo?; ¿es éticamente aceptable que a las personas enfermas, dementes, en
estado vegetativo…se les “ayude” a morir? o por el contrario ¿tiene que
acontecer la muerte de forma natural? Como puede comprobarse, muchas son las
preguntas que la cuestión de la eutanasia suscita.
¡Qué triste sociedad llega! Luchamos por tener una muerte a demanda, pero no luchamos por tener una vida mejor en esos momentos cuanta tanta ayuda necesitamos.
ResponderEliminarBuena introducción para seguir buscando respuestas a cada pregunta.
ResponderEliminarMuy interesante..., más qué es o qué pediría para tener calidad de vida un enfermo terminal? Y actualmente estaría al alcance de TODOS esas opciones?
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