Otro término que se suele utilizar para referirse a la eutanasia es el
“derecho a morir” con dignidad. Pero, con esta acepción hay que recordar dos
cosas: 1) no existe un “derecho a morir”. Si
los médicos actuasen olvidando su compromiso ético profesional y poniendo su
ciencia médica al servicio de la obtención de un fin contrario al actual ordenamiento
jurídico, su actuación sería antijurídica, y por supuesto, su actuación estaría
en contra de la ética médica. No existe un derecho para cometer un mal como es solicitar
que otro te quite la vida. 2) Lo que existe es el derecho a la vida, que, por
otra parte, es un derecho fundamental, luego anterior a cualquier concesión
legislativa, y como tal, intrínseco a la dignidad humana que no se basa en
determinaciones de las mayorías. Así es, la vida humana es el sustrato de los
derechos. El derecho a la vida deriva directamente de la dignidad de la persona,
y todos los seres humanos, por enfermos que estén, ni dejan de ser humanos, ni
pierden su dignidad de persona.
Dicho esto, hay que denunciar que nuestra sociedad vive inmersa en una
gran incoherencia al proclamar, por un lado, como paradigma de justicia la
protección y el respeto universal de los derechos humanos y la igual dignidad
de todo hombre, y por otro, justificar al mismo tiempo la violación del primero
de ellos, el derecho a la vida, “eliminando” a los que resultan o pueden
resultar una “carga”, o lo solicitan. En este sentido, si la dignidad y el
derecho a la vida no se reconocen a todo ser humano, independientemente de su
estado de salud, de su utilidad…la atención de enfermos incurables y terminales,
que colapsa determinados servicios sociales sanitarios y que suponen una gran
inversión económica y de personal, quedaría en el aire.
Por otra parte, solo se puede hablar de “derecho a morir” si se tiene un
concepto de libertad solipsista, esto es, cerrado en sí mismo, resultando la
propia libertad la fuente del derecho, y, por consiguiente, los deseos
individuales creadores de derechos. Luego, vinculan ese supuesto derecho con la
solicitud o petición del paciente.
Pero es un error pensar que existe una libertad individualista
todopoderosa y egocéntrica extrapolada de cualquier límite racional. Este
supuesto derecho se defiende en aras de una falsa comprensión de la autonomía. Hay
que recordar que esta sólo es posible si se cuenta con el presupuesto de estar
vivos y de sabernos que nuestra vida es una vida dada por y para otros. En
definitiva, suprimir la vida significa destruir las raíces mismas de la
libertad y de la autonomía.
Por el contrario, la libertad sólo es totalmente libre y humana si se
traduce en el compromiso individual para hacer el bien. La responsabilidad
individual y social consiste en hacerse cargo de la vida humana frágil de quien
ya no tiene capacidad de cuidar de sí mismo. La responsabilidad sobre la vida
de uno mismo y sobre las vidas de los demás no se identifica ni traduce en términos
de dominio o propiedad.
La autonomía no significa aceptar como válida cualquier decisión. Nuestra
sociedad ha hecho suyos como pilares básicos los derechos humanos. Por tanto,
debe proteger a los ciudadanos para que puedan ser respetadas sus actuaciones
en el ámbito de estos derechos. Ahora bien, esta protección se extiende también
a proteger al individuo incluso frente a sí mismo, cuando pretenda vulnerar sus
propios derechos humanos. Por eso puede entenderse que la exigencia de tratar a
las personas respetando su dignidad, podrá significar, en ocasiones, limitar
sus decisiones que vayan en contra de su dignidad, aunque sean llevadas a cabo
autónomamente.
Así también, los defensores de la eutanasia, aparte de invocar una falsa
interpretación de la autonomía del paciente con la que reclaman el “derecho a
morir”, se olvidan, al mismo tiempo, de la dignidad del médico, de su autonomía
e identidad profesionales. Si se aceptara la eutanasia, ¿dónde quedaría la
autonomía del médico y su libre decisión?, ¿dónde quedaría su lex artis
llamada siempre a sostener la vida y a curar o paliar el dolor, y jamás a dar
muerte “ni siquiera movido por las apremiantes solicitudes de cualquiera” (Juramento Hipocrático)?
Si se debilita el compromiso médico de preservar la vida, los “médicos” se
dedicarían también a provocar la muerte, entonces la naturaleza misma de la
medicina y la propia identidad del médico sufrirían una profunda
transformación. El “médico” adoptaría el papel de un técnico amoral, que tanto
puede poner fin a una vida humana como salvarla.
En este sentido, la aceptación de la eutanasia en los países que la han
permitido ha infligido una seria herida en la profesión médica.
Tradicionalmente los médicos se dedicaban a curar si podían, y si no podían, a
aliviar el dolor. Su relación con el paciente descansaba en la confianza. En
cambio, si la eutanasia es admitida legalmente en un futuro en aquellos países
en los que actualmente no está permitida, esa relación de confianza quedaría
rota, esto es, existiría el miedo a que los médicos, o el personal sanitario en
general, pudieran tomar una decisión sobre mi vida. De este modo, la eutanasia
rompería de manera trágica esa confianza. Pero esta desconfianza y miedo se extendería
también a los familiares, que hubiesen dado su consentimiento.
En definitiva, la muerte no es un derecho porque supone anulación de la
vida, es decir, del ser. Nadie tiene derecho a provocar la muerte de otro, a
aniquilarlo para que deje de ser, aunque el “enfermo” lo pida. Y nadie (el
“enfermo”) puede tener el derecho de exigirle a otra persona que cometa una
maldad.
Buen argumento en cuanto a la definición de derecho legal y la normativa, gracias a Dios, todavía vigente en este país.
ResponderEliminarParadójicamente, a mi entender, el hecho de aceptar la legitimidad de las regalas "políticas" no viene condicionado, actualmente, por la respuesta ética, sino por intereses sociológicos; por ello es que, cómo comunidad, nos incorporamos a estas espirales irracionales de aceptación a la legalidad.
Mi opinión, no es, que tras fundamentar si es de derecho o no, argumentar su principio ético y su verdadera legitimidad.
Corrección: " mi opinión, es, que tras...", En lugar de " mi opinión, no es,..."
ResponderEliminar¡Interesante reflexión!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Asensio, tanto es así que en las reflexiones-artículos anteriores intento argumentar la no legitimidad de la postura a favor de la eutanasia desde el punto de vista filosófico-ético.
ResponderEliminarInteresante artículo!! Saludos cordiales.
ResponderEliminarSobre la muerte, y algunos aspectos de lo que llaman "el más allá":
ResponderEliminarhttps://alexanderstrauffon.blogspot.com/2009/03/la-Muerte-y-aspectos-del-Mas-Alla.html