También es verdad que los que están a favor de la eutanasia tampoco
suelen utilizar la expresión de “matar dignamente”, sino hacen uso de otra que
no suene tan fuerte: “ayudar” a quien lo pide.
Luego, se vincula la dignidad a la petición del paciente. Así es, esta
expresa la demanda de reconocimiento de un nuevo derecho a una muerte digna y
se enmarca en el ámbito de la intimidad personal. Se dice que la decisión se
sitúa en ese ámbito y que los otros deben respetar y actuar según lo que uno ha
decidido sobre sí mismo.
Esta petición, denominada eutanasia solicitada, parece que se ha
convertido en un elemento esencial en la justificación filosófica, política y jurídica
de la eutanasia. No obstante, aunque no es el objeto de este artículo, adviértase
que esta triple justificación no está exenta de polémica.
Lo que se puede afirmar es que estar a favor de la eutanasia va en contra
de la dignidad humana. ¿Por qué se afirma esto? Cuando se solicita la
eutanasia, ¿acaso se está pensando en la dignidad del otro (sea o no un
profesional sanitario)? En caso de que esa ayuda se solicite a un médico se
dinamitaría la base de la confianza en el cuidado de su paciente.
Indudablemente, no se puede dar muerte a otra persona porque haya perdido
la salud física, ni por nada, aunque te lo pida, porque, de lo contrario, sería
incitar a matar, que es lo mismo que decir implícitamente que la vida humana
merece la pena vivirse si se da una serie de condiciones. No se puede hacer que
otra persona nos “ayude” o participe en esa muerte, aunque sea con “ayuda”
médica, porque se estaría pidiendo que otra persona cometa un mal. Morir, la
muerte, no son un bien. Todo lo contrario, son un mal. Por tanto, nadie puede
exigir u obligar a nadie a cometer un mal. Una cosa es que la muerte de un ser
humano acontezca de forma natural, y otra muy distinta, es tener un papel
activo en la misma.
Además, la vida, como la libertad, son bienes de la humanidad, por eso no
pueden eliminarse ni siquiera a petición propia. Nadie puede pedir la muerte,
como nadie puede entregarse como esclavo voluntariamente.
Por eso, en caso de que se admitiese la eutanasia por petición del
paciente tendría consecuencias terribles a nivel social: los ancianos y
enfermos sufrirían una gran presión moral.
Estos sentirían una enorme inseguridad, y podrían sentirse inducidos a pedir su
desaparición para no ser molestos. Asimismo, podría existir y permitirse las
muertes humanas impuestas por otros, que se producirían cuando la voluntariedad
del “enfermo” no se diera. No se sabe si otros (los familiares, el aumento del
gasto público, los que tienen una responsabilidad directa sobre el hospital…) tendrían
algún interés sobre esa muerte.
Con todo, si la eutanasia se convierte en una cuestión de petición, las
preguntas que surgen son varias: ¿qué pasaría si el paciente, por lo que sea,
no puede manifestar su voluntad? De todas formas, una eutanasia promovida y permitida
crearía desconfianza entre los familiares y en los hospitales.
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