La libertad humana de actuar en la naturaleza debería tener un límite. El desarrollo
de la tecnología moderna se rige por una lógica propia y autónoma cuyos resultados
ahondan el control de la técnica sobre el hombre en lugar de propiciar el
control del hombre sobre la técnica. Por este motivo es necesario formular una
grave crítica a las técnicas que escapan del control del hombre sobre el que
muchas veces se imponen. Por lo tanto, no sería aceptable que la
libertad de unos pudiera imponerse a la naturaleza humana de otros.
La
dinámica del progreso científico-técnico debe seguir los objetivos que marque
la sociedad y controle sus resultados. El progreso tecnológico para no
convertirse en una amenaza no puede constituirse en esferas autónomas exentas
de toda sujeción a instancias normativas socialmente establecidas. Por ello
resulta completamente necesario que la dinámica del progreso científico esté
dirigida y sometida por la sociedad con el fin de garantizar que sus
realizaciones contribuyan inequívocamente al avance de la humanidad.
La ciencia, en sí misma, no puede considerarse un
valor absoluto por encima del valor de la persona humana y el respeto a su
dignidad que implica la compasión. Por otra parte, hay otra pregunta que debe
ser abordada con urgencia: ¿Es lícito hacer todo lo que la ciencia hace
posible? Para que la ciencia, al igual que otras esferas de la actividad humana
como la economía, la política o la religión, sea verdaderamente humana debe
estar dirigida por principios éticos universales basados en el respecto a los
derechos humanos y al valor fundamental de la dignidad de la persona.
No es
aceptable que un ser humano pueda determinar a su voluntad las propiedades o la
forma de ser aunque sea su hijo, y no sólo por razones consecuencialistas, es
decir, que tal práctica pueda influir en las generaciones futuras o por
responsabilidad y solidaridad intergeneracional, sino por la dignidad y respeto
que merece todo ser humano desde la concepción hasta su muerte, solo por el
hecho de ser un ser humano desde la concepción hasta su muerte.
No creo que
la relación del medio ambiente y el ser humano radique en el equilibrio entre
el progreso científico-tecnológico y la protección de la naturaleza como un
bien posible. La idea de que la naturaleza es un recurso que está a disposición del hombre para ser utilizado con
estrictos criterios de eficiencia
y rentabilidad, ha tenido como consecuencias una progresiva mercantilización del medio natural (es decir, la
naturaleza se ha convertido en mercancía para servir a fines de lucro), y una degradación cada vez
más severa del mismo. Por eso creo que la protección de la naturaleza
considerada como un bien debe condicionar la actuación política respecto al
progreso científico-tecnológico.
Creo que la ciudadanía debería ser educada en la
protección del medioambiente. Poniendo un ejemplo práctico: en la escuela debería
haber una asignatura, por lo tanto, una asignatura obligatoria, que todos los
estudiantes tuviesen que cursar para obtener una mayor sensibilidad por el
medioambiente. Por eso creo que la
ciudadanía debería ser educada para la protección del medioambiente y no
pensar que con el dinero se puede conseguir todo o pagar todo.
En mi
opinión, todos los fenómenos afectan e influyen de alguna manera en todos los
seres humanos. Por eso, todo ser humano de una manera u otra tiene que
participar en decidir en aquello que le afecta. De la misma manera en todos los
conflictos, problemas, fenómenos, no podemos solucionarlos, pero sí todos nos
afectan.
Pero que todos decidan es imposible. Lo que no
quita para que haya una mayor conciencia de la necesidad de la participación
ciudadana. Una mayor participación ciudadana aportará un punto de vista que puede
mejorar los proyectos y planes y demostrará un compromiso con una gestión
eficaz y transparente.
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