La cuestión ambiental está
influenciada por la implementación de la normativa comunitaria, junto a la
ausencia de debate y un concepto caduco de participación. Luego esto impide un
tratamiento consensuado y racional de los conflictos.
El medio ambiente ha adquirido una
importancia constatable tanto a nivel internacional como local. Los problemas
ambientales con implicaciones globales demandan con urgencia de acciones o
políticas globales difíciles de articular. El conflicto medioambiental va a
enfrentarse con sus dificultades en su gestión de políticas internacionales al
afectar incluso al modelo de desarrollo presente en los países desarrollados.
El
problema medioambiental se puede solucionar si se considera que el ser
humano es un sujeto moral que hace posible un sistema ético, de lo contrario
creo que se vuelve irresoluble. Esto tiene que llevar a la consideración del
hombre, no como una gente que amenaza la armonía de la naturaleza, lo que suele
desgraciadamente interpretarse que todo lo demás tenga para el ser humano un valor
simplemente instrumental, sino que juega un papel central.
Argumentar que el
ser humano debe ser reducido a una especie más del ecosistema por sus actos
inconsecuentes ante la biosfera, entre otras cosas, es negar su dimensión
espiritual. Si el hombre ha considerado que satisfacer sus necesidades y
expectativas de crecimiento de forma ilimitada era su felicidad, hoy es
evidente que debe replantear su forma de actuar de acuerdo con su fin. No
obstante, el ser humano no es una especie más del ecosistema, porque entiende
que su comportamiento pone en riesgo su propia armonía, la de las generaciones
futuras y la del medio ambiente, por lo que busca alternativas para mantener el
equilibrio y garantizar su supervivencia.
Además, el hombre es el único ser conocido capaz de
valorar, y su superioridad intelectual sobre las demás especies no puede ser
negada por la toma de decisiones incorrectas con relación al ambiente. Por otro
lado, cabe preguntarse cómo construyen un sistema ético los seres no humanos.
En este sentido, es mejor reconsiderar un cambio en los lineamientos que guían
los actos del hombre, teniendo en cuenta sus características y aspiraciones, y
las limitaciones del mundo natural, que fundamentar y estructurar una ética
para los seres no humanos.
A mi modo de ver, la igualdad biológica tampoco
garantiza una relación óptima entre el hombre y su naturaleza; sólo el hombre
puede establecer límites y realizar actos conscientes con los que respete el
medio ambiente, que garanticen el desarrollo y permanencia en el tiempo de
todos los seres vivos, porque su razón así se lo indica y no solo porque le son
útiles; en otras palabras, solo las personas pueden determinar un sistema ético
o un cambio de sistema por su capacidad racional, que guía su forma de actuar;
es decir, que este enfoque reduce al hombre a su biología, negando también su
posibilidad de perfeccionar la naturaleza.
Por eso, la ética juega un papel primordial en el manejo del ambiente y,
por ende, la ética y el hombre en la ética deben ser pilar fundamental en todo
proceso de educación ambiental, esto es, se debe incidir en la sensibilización
y en la concientización de los colectivos para que su comportamiento genere
nuevas formas de relación con su ambiente particular y global.
Es necesario, por tanto, fomentar una ética ambiental
y desarrollar el aspecto axiológico, es decir, contribuir a la formación de
individuos y de las sociedades en actitudes y valores para el manejo adecuado
del medioambiente. Más todavía cuando la mayoría de los problemas ambientales
del mundo actual son esencialmente causados por el ser humano: el tráfico
ilegal de animales, la devastación forestal, la suciedad de las playas, el daño
de la flor y la fauna, la desaparición de los polos, el cambio climático,
efecto invernadero, adelgazamiento de la capa de ozono y pérdida de
biodiversidad, y otros más focalizados como degradación de tierras, agotamiento
de las aguas subterráneas, deforestación y desertificación, aparición de plagas
por ciertas prácticas agropecuarias, contaminación de mares y ríos, el
agotamiento de los recursos pesqueros, escasez y contaminación del agua,
generación de desechos sólidos y orgánicos en cantidades preocupantes,
crecimiento de los asentamientos urbanos desordenados, pérdida continua de
áreas boscosas o naturales, entre otros; lo cual sugiere una falta de
conciencia ecológica o ética de la ciudadanía en general.
Un objetivo de toda educación ambiental es transmitir
conocimientos, capacitar y fomentar acciones ciudadanas para proteger el
ambiente; sin embargo, esta educación debe ir más allá de la información
teórica, es necesario impulsar cambios de actitud y promover en el alumno la
toma de conciencia de los individuos. Para este fin deberíamos reconocer que
somos parte y co-dependemos de la naturaleza. No basta con admirarla, es
ineludible tener benevolencia, fascinación, humildad.
También la sociedad debe tener información suficiente
para entender el problema y al mismo tiempo colaborar con los profesionales en
la aplicación de las soluciones.
En la solución del problema del medioambiente, como
digo, el papel del hombre es crucial, ya que es su actitud hacia el medio
ambiente humano y natural la que ha configurado el medio ambiente de hoy.
Obviamente que el cambio de su actitud y la conducta del ser humanoestán
relacionadas directamente con el sistema de valores de la sociedad
contemporánea. Históricamente, los valores individuales y sociales no siempre
han estado en los mejores intereses de preservar un ambiente de calidad. La crisis
ambiental actual obliga al hombre a reexaminar sus valores y a alterarlos
cuando sea necesario a fin de asegurar la supervivencia humana. Se debe
formular un sistema de valores de prioridades ecológicas para que lleguen a ser
leyes mundiales. El hombre con su poder tecnológico único ejerce un profundo
efecto sobre su medio ambiente. Por eso, en cierta medida, puede controlar su
propio destino.
La visión integral del hombre debe estar acorde con
la transformación educativa, que pretenda consolidar nuevos caminos, crear
actitudes y normas de comportamiento frente a los demás y hacia la naturaleza,
que haga posible la realización de todo hombre en la sociedad y contribuya en
forma significativa a la formulación de una toma de decisiones razonables en lo
ambiental. Tales decisiones ambientales pueden adoptarse con base en la
jerarquía de valores que prevalecen sin tener ninguna consideración ecológica. Una
formación centrada en valores es una formación centrada en el hombre, pues el
hombre está, por su mismo ser, llamado a la realización en valores.
Entonces, no se puede dejar de preguntar: ¿Qué hacer
para tomar conciencia del respeto que merece la naturaleza? La ética ambiental
concierne a las sociedades humanas condicionando su relación con la naturaleza
e impacto sobre la misma, y procura el bienestar de ambas; asimismo, esta ética
plantea que la crisis ambiental demanda un cuestionamiento acerca de los modos
en que habitamos y conocemos el mundo. Para solucionar la crisis ambiental, se
trata de mantener las especies biológicas, y al mismo tiempo impulsar procesos
o mecanismos que satisfagan las necesidades de los humanos.
La ética ambiental se basa en elementos como el
respeto y solidaridad, concibiendo a la Tierra como un espacio vital que hemos de compartir
con responsabilidad para conservarla. Reflexionar sobre esta ética implica
pensar el problema no en términos de “hombre-naturaleza”, sino en términos de
“ser humano en la naturaleza”. Con esta perspectiva ética hay que revisar la
dirección y sentido de las actividades humanas, desde las orientaciones
científicas y tecnológicas, lo cual supone examinar nuestra jerarquía de
preferencias, incluyendo las morales. La ética ambiental y la conciencia
ecológica inician cuando los seres humanos nos reconocemos como especie,
formando parte de la naturaleza, y reflexionamos que nuestras acciones tienen
un efecto sobre otras especies.
Para expresar y sostener valores que generen nuevas
actitudes de los seres humanos para con la naturaleza, es preciso que cada
persona: 1) sea solidaria con el planeta; 2) vea el bien común fundado en la
gestión colectiva de los bienes comunes de la humanidad, esto es, privilegiar
los derechos colectivos ante los derechos privados; y 3) considere el sentido
del ser antes que el valor de tener
La ética
ambiental debe ayudarnos a cambiar nuestra relación con el medio ambiente sobre
una responsabilidad compartida, a pesar de que no compartamos los mismos
principios hacia la conservación del mismo. No es fácil implantar esta nueva relación
y crear conciencia, y es más difícil aún que todos los seres humanos se sientan
conectados de una manera intrínseca con el medio ambiente, en parte por los
intereses económicos y por la inconciencia; es por eso que debemos de comenzar
a crear una conciencia universal en las futuras generaciones con la ayuda de
los diversos organismos.
Luego es necesaria una ética ambiental universal.
Para hacer posible ésta es necesario, preliminarmente, analizar la pluralidad
de valores que están presentes en las discusiones sobre la problemática
ambiental y fortalecer la importancia de una actitud dialogada y democrática en
ese contexto. Para ello, es significativa la utilización del dialogo entre los
diversos actores ante la resolución de problemas complejos como los ambientales.
La base teórica de la orientación discursiva propone responder a las exigencias
morales de una sociedad pluralista y democrática, en armonía con el nivel de
conciencia moral que ese tipo de sociedad pretende.
Por eso, defiendo que una ética del medioambiente
debe ser una ética de la vida que busque la armonización de diferentes
perspectivas y de la inclusión de diferentes culturas, en una visión más y
consensual donde se busca el bien común y el mantenimiento de la vida en el
planeta.
Por ello, es necesario una nueva reflexión ética que
pueda reflejar los diversos daños causados al medioambiente y que abarque no
sólo el campo de la ecología, sino que lo supere, llegando a tantear las
vertientes sociales y, sobre todos a los más pobres, que son las mayores
victimas del proceso deshumano que esta dominado por el capital que ha
subyugado la moderna sociedad a favor de una nueva sociedad comprendida como un
hábitat, donde todos los seres se puedan relacionar. Posiblemente, muchos de
los desafíos que nos plantean las nuevas tecnologías los analizaríamos mejor
incorporando en el campo de nuestra reflexión el cuidado de los demás seres
vivos que nos rodean.
En mi opinión también es
necesaria una participación más activa en la discusión sobre esta expansión del
espacio moral y de la reflexión ética. La vida sobre todas las formas debe ser
preservada y eso debe ser resultado de un consenso, punto central para
cualquier discusión de naturaleza ambiental.
En lo que esto comienza a surtir efecto, la ética
ambiental debe trabajar para guiar nuestra relación con el medio ambiente;
debemos compartir responsabilidades subordinadas a tratados internacionales.
Todos los países, basados en una moral universal, deberán trabajar juntos,
comprometiéndose ellos mismos con el orden internacional, ayudándose los unos a
los otros a preservar el medio ambiente. La humanidad debe tener conciencia de
que puede modificar la realidad de la naturaleza sin destruirla, de tal forma
que exista armonía entre preservación y cuidado medioambiental con progreso y
bienestar.
El ser humano es también naturaleza, y por tanto,
cuando destruye la naturaleza, se está destruyendo a sí mismo. De ahí que, por
consiguiente, la función fundamental de la ética ambiental radique en que el
ser humano cobre conciencia de que debe proteger a la naturaleza para
protegerse a sí mismo respecto de sí mismo. El ser humano deberá protegerse de
sí mismo, fijar límites a sus propias quimeras, dejar de creerse propietario
del mundo y de la especie, admitir que no tiene más que su usufructo. Luego,
una ética que defienda la prioridad de la persona y, junto a ello, una
administración sostenible que defienda la diversidad biológica y cultural.
La ciencia, en sí misma, no puede considerarse un
valor absoluto por encima del valor de la persona humana y el respeto a su
dignidad que implica la compasión. Por otra parte, hay otra pregunta que debe
ser abordada con urgencia: ¿Es lícito hacer todo lo que la ciencia hace
posible? Para que la ciencia, al igual que otras esferas de la actividad humana
como la economía, la política o la religión, sea verdaderamente humana debe
estar dirigida por principios éticos universales basados en el respecto a los
derechos humanos y al valor fundamental de la dignidad de la persona.
La idea de que la naturaleza es un recurso que está a disposición del
hombre para ser utilizado con estrictos criterios de eficiencia y rentabilidad, ha tenido como consecuencias una
progresiva mercantilización del
medio natural y una degradación cada vez más severa del mismo. Por eso creo que
la protección de la naturaleza considerada como un bien debe condicionar la
actuación política respecto al progreso científico-tecnológico.
A mi modo de
ver, el desarrollo económico no puede olvidarse de la protección medioambiental.
De nada sirve las prácticas del industrialismo irresponsable y la
búsqueda de la maximización de los resultados económicos si prescinden de
cualquier clase de planteamientos medioambientales, porque contribuyen a la
degradación de la calidad de vida.
Entenderlo así supone concebir a la Tierra como espacio vital
de todos los seres, que han de compartir y disfrutar sus bienes; equivale a
pensar el problema, no en términos de hombre y naturaleza, sino en términos de hombre
en la naturaleza. Y me apresuro a decir que esto no tiene nada que ver con
posiciones de naturismo tan frecuentemente denostadas. No hay aquí ningún
rechazo implícito hacia la actividad científico-técnica. Sólo se introduce la
necesidad de revisar la dirección de la investigación científica y del progreso
tecnológico, cosa que no habría que dejar, solamente, en manos de los
científicos y plantear las preguntas del porqué y el para qué, que son las
preguntas éticas.
Una ética ecológica es una ética global, que concibe
al ser humano como integrado en un medio en el que comparte su vida con otras especies
y con un sustrato físico que soporta y hace posible esa misma vida. Es
ecológica porque mira a la oikía, al oikós , a la casa grande, a
la casa de todos. No a la casa occidental, o a la casa del Norte. Ni siquiera
solamente a la casa humana, sino a la casa universal, planetaria.
En cualquier caso, la educación ambiental tiene una
importancia capital para superar la crisis ecológica, en cuanto contribuye a
generalizar la conciencia del origen antrópico de la misma. El problema ecológico
debe aparecer como un problema provocado por la actividad humana, y por consiguiente
como algo en lo que resultan competentes filósofos, juristas, sociólogos, educadores
y no solamente físicos y biólogos. La resolución del problema ecológico es un
problema esencialmente ético y no técnico. De ahí la importancia de la
educación ambiental. Esta debe basarse en una visión antropológica que
contemple al ser humano en su doble dimensión de dependiente respecto a la naturaleza
y al mismo tiempo de excelente respecto a la misma debido a su posibilidad del
cuidar de los otros seres distintos de la propia especie. La educación
ambiental va, por tanto, íntimamente unida a la conciencia humanista ya que la responsabilidad
respecto a los vegetales y animales se basa en su mismo humanitarismo. El
derecho al medio ambiental resulta inseparable de la democracia participativa,
en la que el desarrollo de la personalidad de todos prima sobre los intereses
del mercado. La democracia participativa ha surgido precisamente de la
insatisfacción de las formas individualistas de democracia a causa de su
incapacidad para atender a los problemas de calidad de vida, y eliminación de
las diferentes tipos de contaminación. La defensa del medio ambiente va
íntimamente unida a la defensa del Estado de derecho y los derechos humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario